1.11.12

De cómo una isla cambió mi vida

 .

Bueno, no exactamente una isla cambió mi vida pero sí que gracias a ella ha habido un antes y un después en muchas cosas.

Irte cuando todos han vuelto ya de las vacaciones de verano, para empezar. Y siendo como es el acto de viajar una experiencia vital en muchos sentidos, cuando conectas tan profundamente con el lugar que visitas pasas de sentirte turista-visitante a sentirte visitante-parte. Entiendo y no solo de esta vez, a aquellas personas que tras un viaje se redescubren y comienzan un de nuevo en ese lugar. Me ha pasado muchas veces por la cabeza ese pensamiento de "me quedaría a vivir aquí...", la mayoría de las veces en islas -que nos encanta ir a visitar islas-. Pero está vez, en Lanzarote incluso con esa sensación todo, absolutamente todo, ha sido distinto.

Lanzarote se me ha rebelado como una tierra de contrastes infinitos, de una luz totalmente desconocida para mí hasta entonces y de una intensidad emocional olvidada. Especialmente emocionada me fui y especialmente emocionada volví. Nunca he llorado al decir adiós a unas vacaciones. Nunca había llorado. Pero esto no han sido solo unas vacaciones, las primeras además en año y medio, esta vez ha sido algo más: esta vez sí que me emocionó el volverme, no por el hecho de terminar los días relajados y volver a la carga sino por dejar el lugar donde me había redescubierto otra vez. Porque allí, en Tías, en la casa de Saramago, en los acantilados de Los Hervideros, en la cueva de Los Verdes, entre el Mirador Del Río y Playa Blanca y esparcido por el valle de La Geria, he dejado un pedacito mío, y lloré porque tuve que decirle "adiós, te prometo que volveré y espero que pronto". Ser de las pocas personas que puede decir "me llovió en las montañas del Fuego de Timanfaya" te marca de por vida.

Contar por qué me cambió la vida en Lanzarote sería harto difícil, pues entraríamos en el enfarragoso terreno de explicar aspectos personales, hablar de meses complicados, de necesidad de crear,  de cansancio de maletas de trabajar, de personas sin nombre, de encuentros, reencuentros y desencuentros, idas y venidas, agobios, nervios,  pero sobre todo catarsis, preciosa pero catarsis. Y cambios al fin y al cabo. Por ello creo que es más bonito recoger el fruto de lo vivido y las conclusiones extraídas, que rebuscar en las raíces [y bla bla bla...]

Y el fruto de lo vivido allí es tan bonito como mi propio nombre. 

El fruto se llama Balbina Arias, diseñadora.

Y Balbina Arias, diseñadora, se ha mirado en el espejo y se ha reconocido. No como Zarzaparrilla, sino como Balbina Arias, diseñadora. 

Hay un ya sketchbook que ha recogido muchas de las luces de esa isla, de los azules del mar y los negros de los basaltos de la lava, y de las aristas vivas de las piedras volcánicas de su malpaís. Y una mente, la mía, que se vació al volver de Timanfaya y desde entonces busca y rebusca formas, texturas, tactos, colores y volúmenes encontrados entre esos kilómetros de isla para contar todo lo que tiene dentro y salió allí.

Feliz no, lo siguiente.

Os dejo con algunas de mis fotos de esos días entre volcanes. Os aviso, NO hay ningún filtro en ninguna de las fotografías esta vez. Solo los ajustes de toma y exposición y los equilibrios y balances de la fotografía reflex.





























1_Las estribaciones del parque Nacional de Timanfaya.
2_La soledad de un ciclista por una carretera de dicho parque.
3_Un telar tradicional en el museo del Campesino. 
4_Panorámica del paisaje de lava desde el ventanal de la casa de César Manrique.
5_Interior de la casa de César Manrique, hoy sede de su fundación.
6_En una de las habitaciones, esta maravilla, una ventana que no cesa.
7_Un cuervo asomándose a la isla de La Graciosa en el Mirador Del Río.
8_Vista de una playa bajo el acantilado en El Río, a la que solo se puede acceder en barco.
9_La Laguna Verde en El Golfo.
10_El contraste tan bestial entre el negro de la lava y el azul del mar, en Los Hervideros.
11_Un color el del mar, un azul que jamás había visto antes.
12_Sombras personales sobre el malpaís volcánico.
13_Una carretera cualquiera en la isla. Así es y así la recordaré siempre.
14_Dentro de Timanfaya, recorriendo las Montañas del Fuego. Impresionada de la plasticidad de la lava. Lloviendo además, como nos tocó verlo, algo totalmente inusual, se acentuaba la sensación de que aún estaba el volcán en erupción y la lava aún estaba fluyendo. No puedo explicar más.
15_Lloviendo y fotografías desde el coche. Al fondo, el valle de La Geria.
16_Roca volcánica que forma montaña.
17_Una playa, en El Golfo. Los colores del mar azules oscuros casi negros.
18_La carretera de Timanfaya. Infinitud entre volcanes.
19_En los Jameos del Agua.
20_La cueva de Los Verdes. Rojo en su interior.
21_Una vista de la isla de La Graciosa.
22_El efecto de la corrosión del salitre en contraste con las aristas vivas de la roca volcánica.
23_Una de las obras de César Manrique, en el restaurante de El Mirador Del Río.
24_El abuelo de José Saramago. En Tías.

Besos





PD_Este post empezó a escribirse el 1 de octubre de 2012 y está cargado de emoción contenida. Una reflexión desde mi azotea en toda regla. Y por la parte que se refiere a la creación que hay intrínseca a las palabras.

 

2 comentarios:

  1. Balbina, que fotos mas bonitas y que historia tan intensa. te deseo toda la suerte del mundo porque has luchado mucho por tu sueño.

    ResponderEliminar
  2. Qué bonito, yo soy de de la isla de Gran Canaria, pero es que Lanzarote es preciosa y mágica :)
    Un besito enorme.

    ResponderEliminar